domingo, 15 de abril de 2012

Pseudo-crónica de una jornada intensa



Perdonad mi pedantería pero me gustaría relatar como he vivido estas jornadas en las que Éter ha salido a la luz.

Dicen que publicar un libro es parecido a la sensación de tener un hijo. Y que las emociones del primer libro son difícilmente superables por otras ediciones posteriores. 
La verdad, no sé que les ha ocurrido a otros autores. En mi caso ratifico la primera afirmación y niego, rotundamente, la segunda.
Cuando salió Tres Profecías, el año pasado, sentí algo parecido a cuando nació mi hija; algo parecido, no lo mismo. Una sensación fuerte en el pecho, una alegría que va más allá de cualquier emoción puramente física, algo que no soy capaz de narrar; haría falta mucho arte, talento y una excelente dosis de poesía para describirlo, y esas virtudes no sé donde las tengo escondidas. Pensé que superar esas sensaciones sería imposible.
Ahora ha llegado Éter. Con sensaciones personales muy distintas, casi totalmente opuestas. Pero el chispazo que recibí en el corazón en el momento de abrir las cajas no lo sentí con Tres Profecías, ni mucho menos.


Tal vez por ser Éter la pequeña (nació en segundo  lugar), tal vez por ser mi novela preferida, o tal vez por la sensación de ver concluida la saga; una saga que me ilusionaba enormemente, pues era mi puesta de largo en el mundo de la literatura. 
Me quedo con las tres: Éter es la menor de las dos hermanas, la hermosura de mis ojos y el culmen de la saga Íroas, Hijos de los Dioses
Aunque a Tres Profecías le tengo un cariño especial, pues como el primer amor, ninguno. 


Las jornadas previas a la puesta de largo de Éter buscaba sustitutos a su presencia. Fotos en el jardín de mi casa con los posters de madera de las portadas. El tacto de los marcapáginas resbalando entre mis dedos. El olor de un ejemplar aún no abierto de Tres Profecías. Todo ello con la idea de evocar nuevamente la sensación del nacimiento de un nuevo vástago.

Y el viernes 13 de abril era el día. Confirmado por la editorial, agencia de transporte y hasta por San Pedro, si le hubiera molestado; pues mi impaciencia me llevó a bombardear de emails a todo aquel que pudiera tener algún conocimiento de la llegada de las cajas con la niña de mis ojos en su interior.



Tenía que ser por la mañana. Pero llegó la hora de comer y el camión de transporte sin aparecer. 
Nervioso, fui hasta el Photoshop y lleno de torpeza y, sin la paciencia ni la gracia necesaria, me imaginé el furgón con un enorme libro llegando hasta las puertas de mi casa. Tal vez pensado en que si la imagen ya existía todo se acabaría convirtiendo en realidad.
Y recibí dos mails.
Uno de la editorial, confirmando la llegada de las cajas por la tarde, y otro de la agencia de transporte diciendo exactamente lo mismo. 
Estaba solo en casa. Mejor: cuando estoy así de nervioso reconozco que soy inaguantable y todo me molesta. 
Dieron las 3, las 4, pero no llegaron a dar las cinco. Pocos minutos antes de esa hora oí el ruido de un motor diesel en la puerta de mi casa. Sin dar tiempo a que sonara el timbre fui a abrir la puerta y allí las vi: dos cajas absolutamente normales y vulgares que contenían uno de mis mayores y preciados tesoros.
El corazón me comenzó a palpitar con mayor fuerza, mientras el repartidor se moría de ganas de charlar y matar el rato. Le miré con cara de hastío y creo que lo pilló pues me entregó el albarán  para que lo firmara y se marchó con un simple adiós. Yo no estaba para cumplimientos ni para ser el chico educado y formal que requiere la convivencia entres seres humanos.

Me llevé las cajas al comedor y las abrí:



El brillo casi me ciega. Las portadas tenían un brillo especial, al menos a mi ojos (¿amor de padre?, seguro que sí). Cogí el primer ejemplar y lo abrí. Aspiré su olor y cerré los ojos en un intento de saborear al máximo ese momento sin que ningún otro de los otros sentidos molestara. 
Abracé ese primer ejemplar como si fuera mi propia hija el día que logra un hito especial. Ojalá hubiera podido introducirlo en mi corazón, pues ese era el sitio al que aspiraba a llegar.
Después junté a mis dos vástagos: Tres Profecías y Éter. Uno junto al otro hicieron crecer mi orgullo y mi vanidad; pero era un egocentrismo en solitario, sólo para mis adentros. Sin gente, únicamente para mí.

Era mi momento mágico y necesitaba silencio y soledad; los mismos atributos que me ayudaron a lograr concebir toda la saga. Como si esos atributos reclamaran parte de su protagonismo en el momento de mayor éxtasis.
Después, respiré profundamente para cerrar aquel momento y guardarlo en mi interior; allí se quedará, para siempre.

(Mientras escribo esta pseudo-crónica tengo a mi hija, la de verdad,  al lado. Ella otea cada frase y mira de reojo Tres Profecías y Éter como si sus hermanas pequeñas quisieran robarle el protagonismo y el amor que una hija única siempre reclama para sí.
Hay amor para compartir de sobra; en eso estamos de acuerdo.)



Tras ese momento de soledad, comienza a llegar la gente, amigos, lectores y familiares. Y aparece otro tipo de magia. Hay que cambiar el chip; toca ponerse el traje de escritor, aunque yo me siento más cómodo con el otro, el de ser solitario y amante del silencio y la paz. 
Me recuerdo que escribo para mí, pero que sin los lectores todo el esfuerzo de la editorial no habrá servido absolutamente para nada. A ellos me debo, lectores y editorial; ambos entes me transmiten su cariño y su energía. 
Y seréis vosotros, los lectores, los jueces que dictaminaréis mi trabajo y esfuerzo en la saga Íroas, Hijos de los Dioses. Ahora ya está completa, ahora ya se puede juzgar.






¡Gracias a todos!









5 comentarios:

Cleopatra Smith dijo...

Preciosas letras y fotos, tu niña, tu tesoro...
Te deseo toda la suerte del mundo, y disfruta tu momento, te lo mereces!! Un beso :)

Jordi Nogués dijo...

Gracias, Cleopatra; le he puesto mucha ilusión y ganas a todo este proyecto. Y tal como lo siento lo escribo.
Un abrazo, compañera de letras.

Tamara Díaz Calvete dijo...

Gracias a ti por compartir con nosotros tu vivencia y regalarnos esas dos magníficas obras que espero tener pronto entre manos.
Un beso enorme y a seguir con el camino que ya has empezado, compañero.

Jordi Nogués dijo...

Enone, estoy encantado de que te pases por aquí. Y te agradezco de corazón tus ánimos.
Un abrazo.

Saru dijo...

Felicidades por todo, Jordi!! Se nota que les has puesto sentimiento, conocimiento y corazón a tus novelas, ahora a esperar las fantásticas críticas de tus seguidores. :)

Un abrazo!