Aquí el link; http://elpoderdelasletrasescritas.blogspot.com/2011/12/resena-tres-profecias-iroas-hijos-de.html
Solo puedo que agradecer la soberbia valoración de Miguel Ares y esperar que Éter le guste tanto como Tres Profecías.
Aquí veremos las instalaciones de Olimpia para las competiciones y el desarrollo de éstas.
Instalaciones
Tres eran las zonas para tres distintos conceptos. La sacra, la profana y la de competición.
El Altis era el recinto sagrado por excelencia. Allí se veneraban a los dioses Zeus, Hera y Gaia; y a los héroes Pelops y Heracles. Varios edificios acompañaban a la veneración de estas divinidades. El llamado Heraion (el templo dedicado a Hera) y el bouleuterión (sede del Consejo Olímpico). Dentro de ese mismo recinto había un espacio con unas características especiales: una veintena de olivos representaban el culto al olivo sagrado.
Al oeste del Altis estaban los edificios complementarios para los atletas: residencias, gimnasios, zona de baños y comedores.
Al sur del Altis se hallaba el llamado Prado del Festival; un espacio vacío durante el resto del año pero que emergían, como hongos, multitud de tiendas, tenderetes y demás pertrechos humanos en la época de los Juegos.
Al este, tanto del Altis como del Prado del Festival, dos enormes espacios servían para la competición. Uno era el estadio y el otro un llano usado como hipódromo para las carreras hípicas. Aquí era el lugar donde se juntaban atletas y espectadores.
Pruebas
La competición se convirtió en la base de todo el festival. Dividían las competiciones en los llamados agones. Sería la voz griega equivalente a certamen (lucha entre dos adversarios).
Así había agones atléticos, luctatorios e hípicos.
Agones atléticos: carreras de distintas modalidades, salto de longitud, lanzamiento de disco y de jabalina. Las pruebas fueron evolucionando con el tiempo. La medida básica era un estadio (unos 192 metros).
Las carreras: la de velocidad era la más antigua, constaba de un estadio. El díaulo era una prueba también de velocidad para de ida y vuelta al estadio. El dólico consistía en una carrera de resistencia: llego a tener 4600 metros. Finalmente se añadió la hoplitodromía: correr con el armamento utilizado para la guerra (escudo, casco y grebas), una prueba durísima, sólo apta para los más hercúleos.
El objetivo en la lucha era derribar al adversario mediante agarres y presas y se podían utilizar las piernas; sería el equivalente a la lucha libre Olímpica. El pugilato se correspondería con el boxeo actual. El pancracio, finalmente, sería análogo a las artes marciales mixtas.
Agones hípicos: carreras de carros y de caballos.
Las carreras de carros constituían el culmen de los juegos. El carro podía ser tirado por dos caballos (biga) o por cuatro (cuadriga).
La competición por excelencia era el llamado Pentatlón; cinco pruebas y un solo ganador: carrera de velocidad, salto de longitud, lanzamiento de disco, de jabalina y lucha.
Con los años se añadieron concursos de heraldos y trompeteros. Finalmente, también, competiciones musicales.
El nacimiento de Olimpia como santuario y la idea olímpica. Las pruebas, los atletas, las instalaciones. La arqueología de hoy día y los juegos modernos.
Tres serán los capítulos del monográfico. Aquí comienza el primero.
El nacimiento de Olimpia
En la antigüedad cuando el heraldo olímpico recorría el continente griego invitando a todos los ciudadanos al festival religioso del santuario de Zeus, en todas las regiones helenas las armas descansaban y cesaban las hostilidades. Disfrutaban de la “tregua sagrada”.
Olimpia tenía un especial significado: lo consideraban un patrimonio común a todos los griegos.
Pero, ¿Cuándo adquiere ese carácter unívocamente universal? Fue un proceso lento pero continuado.
Su configuración como santuario sagrado es testimoniada por la arqueología; numerosas vasijas del período micénico, siglo XI a.C., nos confirman ya su existencia. Durante los siglos X, IX y VIII las ofrendas de exvotos (figurillas de animales moldeadas en arcilla o fundidas en bronce) la ratifican como un lugar de culto en un entorno eminentemente rural.
Zeus era ya el señor del santuario, aunque ya se veneraban a otras divinidades (Gaia, Artemsia, Afrodita y Deméter). Y como santuario su importancia era menor, sólo de carácter local.
Fueron, naturalmente, las condiciones geográficas las que condujeron a su nacimiento como santuario; el monte Cronión, el agua del río Alfeo. Ese valle era el lugar donde los habitantes de las cercanías fundaron el santuario. El motivo: dar gracias a los dioses y asegurar para el futuro los dones que la naturaleza con que habían sido bendecidos por esas divinidades.
El oráculo del Zeus Olímpico
A partir de los inicios del siglo VIII a.C. comienzan a encontrarse ofrendas de otro tipo más allá de las rurales: armas y corazas de bronce y hierro; eran armas como botín de guerra. El donante quería expresar el agradecimiento por regresar a casa sano y salvo.
La inmensa cantidad de armas hacen pensar que dejó de ser un santuario de carácter local.
La popularidad del santuario, en esas primeras décadas del siglo, no dejó de aumentar. Y supuso un decisivo punto de inflexión a su configuración como gran centro religioso.
De Santuario a Festival
Naturalmente si hay algo que aún conservamos de nuestros ancestros griegos es la capacidad para dar una evolución lúdica a cualquier acto sagrado. Olimpia es un excelente ejemplo de ello.
En pocas décadas se convirtió en el lugar preferido por los griegos emigrados para encontrarse con sus parientes y paisanos. La repentina afluencia de peregrinos sólo podía desembocar en una ampliación del santuario.
Y con ella Olimpia se convirtió también en un punto de atracción de muchas personas que acudían a los santuarios por otros motivos que los estrictamente religiosos.
Es lógico que los visitantes venidos de muy lejos esperaran encontrar un emocionante programa de festejos. Y era un lugar idóneo donde las hazañas se hacían eco.
Y los hombres deseosos de fama comenzaron a competir, hasta que llegó la idea del atleta.
En el primer capítulo de este monográfico abordamos las fuentes; allí de donde "bebí" para crear el mundo fantástico de Íroas, Hijos de los Dioses. En esta segunda y última parte veremos como está dispuesta esa fantasía y, sobre todo, la manera en que las partes enfrentadas en el conflicto de la caída de la Atlántida hacen uso de ella. Finalmente avanzaremos algo de Éter, la novela conclusa de la saga.
Para no malmeter el argumento de los que aún no hayan leído Tres Profecías avanzaremos con el máximo tiento posible sin profanar los mistéricos templos de la narrativa.
Los Dioses del Olimpo
Son los defensores de las fuerzas naturales de la Tierra. En Tres Profecías asistimos al nacimiento del líder que ha de conducir a los ejércitos de los pueblos de nuestro planeta hasta la batalla suprema por la hegemonía de la Tierra.
No son Zeus y Hera los verdaderos protagonistas de esta aventura; tienen, eso sí, un papel significativo pero el peso de la narración recae, por lo que refiere a la fantasía, a dos seres bien distintos pero acaban formando uno solo.
Althea es una diosa menor encerrada en el cuerpo de una loba cavernaria. Sus poderes del Olimpo se transmiten a Dorian, el Íroas, el verdadero protagonista de toda la saga.
La curación, el aumento de los sentidos humanos. O los poderes de los caninos. Todo ello convierte al Íroas en un verdadero semi-dios; olfato, vista, tacto, oído, gusto, así como todas su fuerza motriz, reciben un superlativo incremento potencial que le preparan para lo que ha de venir.
Pero es la inteligencia su mayor virtud; los consejos de Althea convierten a Dorian en un ser difícilmente doblegable por métodos convencionales. Cada dificultad es resuelta de modo brillante y original; la materia gris de la semidiosa es una bendición para el Íroas.
De Hera, la esposa de Zeus, recibe el poder de la persuasión femenina; clave para resolver algunos episodios dramáticos.
Finalmente hay un suceso en la parte final de Tres Profecías que conviene destacar. La licantropía aparece entendida de un modo distinta a lo habitual. No es un hombre lobo a la moda y uso. Es una metamorfosis al más puro estilo kafkiano pero llena de dolor, pues emerge de un dolor profundo y absoluto; de allí donde afloran las esencias más puras de esos instintos que nos convierten en humanos.
Los Atlantes
Es sin duda la fantasía más original de la saga.
Los dioses olímpicos son mitos estudiados y reconocidos; sus poderes son de sobras conocidos y ampliamente difundidos.
La Atlántida, como continente misterioso y desaparecido, me ha dado la oportunidad de disfrutar dando rienda suelta a mi imaginación y a mis influencias. No tenía freno alguno, más allá de que el todo tuviese una lógica y una coherencia en sí mismo.
Aplicando la filosofía platónica hasta sus últimos extremos la sociedad atlante aparece como totalmente distinta de las comunidades humanas; muy avanzada para su época pero ahora, ya en el siglo XXI, es un modelo obsoleto y, como ocurre con el comunismo, es una utopía imposible de realizar.
No difundiré los detalles fantasiosos más originales, pues ello le haría perder frescura a la lectura de las novelas, pero sí aportar algunos detalles.
LOS CABALLOS ALADOS. Un montón de Pegasos vuelan por los cielos mediterráneos y atlánticos montados por unos jinetes con una aureola mística. Ambos, montura y caballero, están imbuidos de una perfección y elegancia oscilando en una equilibrada armonía.
Los caballos alados, las monturas de los Hijos de los Dioses
Los atlantes se dividen en dos tipos de seres antropomorfos.
-LOS DIVINOS ATLANTES; cuatro en total. Frágiles de cuerpo pero con una inteligencia y un dominio de la tecnología más allá incluso de nuestro siglo XXI. Al igual que el Emperador Palpatine de Star Wars pueden concentrar sus energías y defenderse con dañinas descargas eléctricas.
-LOS HIJOS DE LOS DIOSES; éstos son los soldados de los divinos atlantes. Con una media de vida más allá de los ciento cincuenta años, casi no tienen ninguna de las debilidades de los humanos. Son algo más altos que éstos, hermosos y perfeccionistas hasta el extremo más absoluto. Y de ahí nace su verdadero poder. Un cuerpo disciplinado, totalmente doblegado al designio de sus dioses, actúa como arma de choque. Su debilidad es su mínima parte humana; una debilidad escondida pero latente.
Ha sido la evocación de los elfos de Tolkien lo que me ha inspirado a los Hijos de los Dioses. La imagen de la entrada en el Abismo de Helm del pelotón de los galadhrim comandado por Haldir de Lórien (una invención de Peter Jackson en la versión cinematográfica), elegante y serena, con ese ritmo marcial, influyó en la creación de los Hijos de los Dioses.
Éter
Tres Profecías es la creación del Íroas; su nacimiento, la razón de su origen, y su transformación como tal. Es, también, la novela de los hombres, de los seres humanos; amor, victoria, éxito, dolor, sufrimiento, son hechos paralelos a los mismos hombres.
Éter es el enfrentamiento, la caída de la Atlántida. Pero también es la novela de los atlantes. Ahí aparecen en todo su esplendor.
Los detalles del origen de los Divinos Atlantes. El milagro tecnológico del nacimiento de los Hijos de los Dioses. La vida social de éstos. Sus perfecciones, sus debilidades. Estos aspectos son el verdadero corazón de Éter. Todas las preguntas quedan ahí resueltas.
Además se redoblan los mitos de la novela inicial de la saga. Los mitos más universales como son los minoicos, los asirios, los egipcios y los nórdicos acompañarán a Dorian en su lucha contra la amenaza atlante.
El laberinto de Minos y su ciudad-palacio, el misterio del domador de leones y los ligres (una mezcla de león y tigre) de los asirios, Thor y Odín en Asgard en su lucha contra los vaniren o el inframundo egipcio con Apofis, Osiris o el propio Anubis. Configuran el mundo fantástico de nuestros mitos más ancestrales.
Fuentes de fantasía