El nacimiento de Olimpia como santuario y la idea olímpica. Las pruebas, los atletas, las instalaciones. La arqueología de hoy día y los juegos modernos.
Tres serán los capítulos del monográfico. Aquí comienza el primero.
El nacimiento de Olimpia
En la antigüedad cuando el heraldo olímpico recorría el continente griego invitando a todos los ciudadanos al festival religioso del santuario de Zeus, en todas las regiones helenas las armas descansaban y cesaban las hostilidades. Disfrutaban de la “tregua sagrada”.
Olimpia tenía un especial significado: lo consideraban un patrimonio común a todos los griegos.
Pero, ¿Cuándo adquiere ese carácter unívocamente universal? Fue un proceso lento pero continuado.
Su configuración como santuario sagrado es testimoniada por la arqueología; numerosas vasijas del período micénico, siglo XI a.C., nos confirman ya su existencia. Durante los siglos X, IX y VIII las ofrendas de exvotos (figurillas de animales moldeadas en arcilla o fundidas en bronce) la ratifican como un lugar de culto en un entorno eminentemente rural.
Zeus era ya el señor del santuario, aunque ya se veneraban a otras divinidades (Gaia, Artemsia, Afrodita y Deméter). Y como santuario su importancia era menor, sólo de carácter local.
Fueron, naturalmente, las condiciones geográficas las que condujeron a su nacimiento como santuario; el monte Cronión, el agua del río Alfeo. Ese valle era el lugar donde los habitantes de las cercanías fundaron el santuario. El motivo: dar gracias a los dioses y asegurar para el futuro los dones que la naturaleza con que habían sido bendecidos por esas divinidades.
El oráculo del Zeus Olímpico
A partir de los inicios del siglo VIII a.C. comienzan a encontrarse ofrendas de otro tipo más allá de las rurales: armas y corazas de bronce y hierro; eran armas como botín de guerra. El donante quería expresar el agradecimiento por regresar a casa sano y salvo.
La inmensa cantidad de armas hacen pensar que dejó de ser un santuario de carácter local.
La popularidad del santuario, en esas primeras décadas del siglo, no dejó de aumentar. Y supuso un decisivo punto de inflexión a su configuración como gran centro religioso.
De Santuario a Festival
Naturalmente si hay algo que aún conservamos de nuestros ancestros griegos es la capacidad para dar una evolución lúdica a cualquier acto sagrado. Olimpia es un excelente ejemplo de ello.
En pocas décadas se convirtió en el lugar preferido por los griegos emigrados para encontrarse con sus parientes y paisanos. La repentina afluencia de peregrinos sólo podía desembocar en una ampliación del santuario.
Y con ella Olimpia se convirtió también en un punto de atracción de muchas personas que acudían a los santuarios por otros motivos que los estrictamente religiosos.
Es lógico que los visitantes venidos de muy lejos esperaran encontrar un emocionante programa de festejos. Y era un lugar idóneo donde las hazañas se hacían eco.
Y los hombres deseosos de fama comenzaron a competir, hasta que llegó la idea del atleta.